Anaxágoras de Clazomene

Un día, mientras aún era chico en años, por que mi Alma con cara de aprobar, dice que sigo siendo un chico, descubrí que el mundo estaba lleno de cosas, y que además sucedían otras.
Aquel descubrimiento, en principio solo me intrigaba, hasta que sentí que algunas de esas cosas eran muy malas, fué cuando se murió mi gato. Comenzaron, y yo que no tenía ninguno, mis grandes problemas:
Que Zapirón se fué al cielo me dijo mi mamá muy triste, entonces pensé que estaría jugando con sus patitas y su cola tiesa con mi abuelo que no conocí, pero que estaba allá arriba.
Le conté al cura, pero se enojó mucho, y con el ceño fruncido, y el dedo índice recto y casi como augurandome una rápida entrada al mismísimo infierno, ¡que los gatos no van al cielo! me dijo. Para mi su palabra era palabra santa, así que le creí, tan bueno que era el cura, Zapirón no estaba en el cielo.
Al día siguiente le pregunte a la señorita Adela mi maestra de primer grado, a la que quería mucho, que a donde estaba mi gato, y tuve que insistir, e insitir, y es que era muy bueno yo para insistir, por que se le había puesto una cara rara, una que no le había visto nunca, ella me dijo que las cosas que están vivas como los animalitos y las plantas, y los gatos pueden dejar de estarlo, y que cuando eso pasa es que se mueren, y que desaparecen, sus cuerpos se desintegran, y se reciclan... Como en un flash de la maquina de fotos de mi papá, me dí cuenta que yo estaba vivo, que ella también, que mi mamá, que mi papá... Le pregunté a mi papá que había pasado con Zapirón, y él me dijo sin anestesia que a Zapirón lo había envenenado el vecino por que le comía los pollitos de su gallinero.
Eso fué fatal. No solo moríamos, sino que también nos podían matar.
Así fué que entender las cosas que había en el mundo, y por qué sucedía lo que sucedía en él, tomó vida propia dentro mío y comenzó a manejar mis hilos, entendí lo que tiempo después se materializó en la pulsión cognoscitiva, que de alguna manera me ha traído hasta aquí, y me ha llevado a ser lo que hoy soy.
En la época y lugar en que ocurría esta historia, no eran muchas las fuentes de información y conocimiento a las que podía acceder.
Con el tiempo eso cambió. Hoy, el problema no es acceder a la información sino ser capaces de separar la paja del trigo, la verdad y cual de ellas, la errónea, la errada, y la intencionalemnte manipulada, y vaya uno a saber con que fin. La que tiene la cara de mi vecino diciendome «no niño, yo jamás mataría tu gato tan lindo» mientras miraba de reojo a su gallina bataraza paseando y haciendo clo-clo-clo con sus doce pollitos, que habían sido dieciséis.
Anaxágoras allá por mis pagos atávicos, entre Smyrna y Atenas, y caminando desde el mito... hacia la razón, hace mucho tiempo dijo que «Todas las cosas participan de todo, mientras que la inteligencia es infinita y se gobierna a sí misma y no está mezclada con nada.» y agregó «Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía.»
Como él también dijo que el sol no era Zeus, sino una piedra ardiente, y que la luna era parte de la tierra y solo reflejaba al sol, y por eso lo condenaron a muerte, pero escapó al exilio, hoy, unos dosmilquinientos años después, y especialmente aquí, en Sudaquia, y entre muchas otras cosas y muchos otros, yo, le creo.

¿Y tu, a quién, o a que le crees? ¿En qué crees?